domingo, 13 de julio de 2014

Trekking Nepal (3ª parte): Mulkharka y el festival de Maghe Sankranti

Redactado por y Salva  



Trekking Nepal en Shivapuri: este es el tercer post sobre nuestro pequeño trekking en Nepal, en Shivapuri y alrededores. Si queréis leer la ficha del trekking y la introducción, visitad "Trekking en las colinas medias del Nepal (1ª parte)". Si todavía no habéis leído la 2ª parte, la tenéis aquí, en "Trekking Nepal (2ª parte): Sundarijal - Mulkharka". 



Mulkharka y el festival de Maghe Sankranti

Nuestra primera parada nocturna del trekking: Mulkharka. Una población cercana a la anterior, Sundarijal, separada de aquella por una larga caminata (o, mejor dicho escalinata). Nos encontramos con uno de los lugares más encantadores de toda nuestra experiencia en Nepal. La sensación de estar en otro mundo diferente rebosaba en cada punto donde fijábamos la mirada. Por la tarde/noche vino un inglés un tanto excéntrico que andaba haciendo trekking también por la misma zona. Cenamos con él y más adelante compartimos un trecho de camino, creo que al día siguiente y nos separamos de él en Chisopani. Ese primer día de Magh hicimos noche allí por 500 Rs. los dos. Estas fotos son de uno de los momentos más vividos e intensos de nuestro viaje a Nepal en aquel pueblo:








Llegamos por la tarde y ese día era el Maghe sankranti, una festividad que se celebra el primer día del mes Magh. La gente de la villa estaba celebraándolo. Tenían música puesta con una cadena musical y todos bailaban al son de la música. Todo era distinto allí, completamente distinto a lo que habíamos visto antes. Al principio nos sentimos inseguros, no sabíamos cómo actuar ni qué debíamos hacer, pero enseguida nos sacamos las mochilas de encima y nos unimos a los bailes. Nos enseñaron a poder seguir el ritmo específico de los bailes de su grupo étnico en particular. Evidentemente, como digo siempre, de los mejores momentos nunca hay fotos. La música que enmarcaba las danzas eran de un variado repertorio: desde lo más tradicional de Nepal, pasando por lo más nuevo del Bollywood y lo más viejo del reggaetton (“¡dame más gasolina, quiero más gasolina!”). Fue curioso, incluso inspirador, ver como se integraban todo tipo de canciones en el mismo festival. Hacer el ridículo bailando delante de un montón de desconocidos dejó de tener efecto, y enseguida nos sentimos como en nuestra salsa (sobre todo Remei, que no paró de bailar incluso para cuando nos trajeron sendos platos de garlic soup).

A pesar de que les preguntamos directamente a una de las que parecían las hijas mayores a qué casta/grupo étnico pertenecían, no retenemos esa información por puro fallo de memoria. Recientemente, una compañera que conocimos en Nepal, llamada Laxmi (que por cierto, Laxmi es el nombre de la diosa hindú de la riqueza) que vive en Mulkharka nos comunicó que eran tamang, y bien cierto podría ser (nos fiamos más de ella que de nuestra memoria, pues recordamos que nos dijeran un nombre diferente). Al parecer, la mayor parte de la gente de Mulkharka es de origen tamang, aunque hay variedad en el pueblo (también hay newari o sherpas). Respecto a la apariencia, no se veían grandes diferencias. La mayor parte de nuestro tiempo en Mulkharka la pasamos con la familia que dirigía el negocio, quizá por eso no vimos mucha heterogeneidad de costumbres (y en una noche tampoco creo que se pueda ver mucha diversidad).





El edificio donde dormimos estaba separado de lo que parecía ser la casa central (al menos donde sucedía la mayor parte de la actividad), encima de una colina. Una muralla de botellas de cristal verde se apoyaba junto a la ladera de la colina. Mientras tendíamos la ropa en lo alto de aquella colina, al lado de los hombres, que jugaban a un juego de cartas en el que se apostaban rupias, subió una de las chicas del festival cargada con platos de comida. Eran apenas las 18:00 y parecía que ya cenaban; todavía no nos habíamos acostumbrado a los horarios locales. Uno de los hombres rechazó el plato que le ofrecieron. La chica se dispuso a bajar las escaleras, pero titubeó, bajó otro peldaño más y de golpe se giró con una sonrisa. Me ofreció el plato de comida; por aquel entonces, mi inglés seguía muy atrofiado, así que solo pude darle las gracias. El plato tenía una pinta rara: consistía en una especie de arroz seco y aplastado, al parecer típico de los newari, acompañado por distintas clases de vegetales cocinados.


Una de las curiosidades de Nepal que merece la pena reseñar es el caso de la simbología: el hinduismo que baña todo el país posee una tendencia fuertemente iconográfica. Los símbolos hinduistas y budistas están por todas partes y decoran hasta los más ínfimos fragmentos de una casa. Uno de esos símbolos, el que más nos sorprendió, fue el de la cerradura de nuestro edificio: la cruz esvástica, tan temida en Europa. Resulta que es un símbolo hinduista de lo más normalizado que refiere a la armonía y la unidad. Era ciertamente chocante verlo por todas partes sin que a nadie le extrañara; hizo falta más de dos meses para que dejara de sorprendernos.


Después de la cena la luz brillaba por su ausencia, y a pesar de que tan solo fueran las 20:00, decidimos ir a dormir. Sin embargo, antes de marchar, vimos cómo decenas de luces de velas y linternas se reunían bajo el balcón de la casa principal, justo donde habíamos cenado. Algunos incluso bajaban de más arriba del pueblo o de más abajo. Algunos de los niños se alejaron y se quedaron jugando cerca de nosotros, pero ningún adulto estaba lejos de aquel tapiz de luces que temblaban en la más inmensa oscuridad de las colinas medias del Nepal. Estuvieron rato hablando en su lengua, quizá nepalí, quizá no. La chica que nos había dado el plato aquella misma tarde, hablaba con tono hostil al semi-circulo de hombres que la observaba; uno de ellos, aparentemente anciano, le contestaba en un tono autoritario. A la conversación se unían algunas voces de la nube de gente. Nosotros no nos atrevimos a movernos ni a marcharnos. Disfrutamos de aquel momento como solo pueden disfrutarlo las personas curiosas que tienen mucha imaginación. Debatimos en voz baja sí, quizá, estaban decidiendo qué hacer con nosotros (si comernos o dejarnos marchar), si quizá era una reunión especial por el festival o, simplemente, una reunión diaria, semanal o mensual, para tratar cosas de la comunidad, del negocio, de la familia o de todo a la vez. No tenemos fotos, porque, como ya hemos dicho, de los mejores momentos no se pueden conservar fotos (amén de la falta de luz, lo cual hacía que todas las fotos fueran manchas negras con puntos borrosos).

Concluimos esta entrada con uno de los cielos más intensos de nuestra experiencia en Nepal.


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