domingo, 30 de noviembre de 2014

Viajar para probar sabores nuevos bien desagradables: Samaybaji

Redacción: Remei; fotografía: Salva
Viajar a veces sabe a podrido. Es natural que no todos los momentos de los viajes sean alegres y mucho menos sean todos intensos. Hay momentos que son muy tristes, hay minutos enteros de largas despedidas, de dejar una temporada o gran episodio de vida atrás. Pero hay también una construcción de una rutina (en el buen sentido de la palabra) que desde el principio se sabe que es temporal y, dentro de esta rutina, momentos de aburrimiento. 
Luego están los momentos asquerosos. Y de aquí nos vamos, entonces, a un tema más gastronómico que sentimental y contamos una anécdota de sabores que vivímos en la última parada de nuestro trekking en Nepal, por sus colinas medias.

Hablábamos en 
Fotografiando un voluntariado en Nepal (I): tropel de fotos de nuestro deseo de contribuir a dar una imagen de esta etapa con todos sus matices y no solo mostrar esa punta del iceberg llena de alegría y de experiencia vital. El caso de ahora, por el contrario, no deja de ser anecdótico, pero no queremos dejarnos esas anécdotas en el camino. 

Hay antes de esa anécdota, un antes de. En nuestras primeras semanas en Nepal, en Kathmandú, en el hostal Shree Lal Inn, nos dieron en el desayuno algo que llaman pickle o achar, que sirve para acompañar las comidas. Cada pickle se distingue del resto de pickles, porque como tal es un conjunto de verduras y fruta con especies y se puede hacer de varias maneras, desde usando tres ingredientes hasta más de veinte. Nos costó aprender la lección, comimos pickle unas veces más, pero al final desistimos en el intento.

En la foto aparece un té masala (riquísimo), un garlic ('ajo') paratha (riquísimo también), y, en una tarrinita de metal, el pickle (ya no tan rico...).


Ahora os mostramos las ocho fotos que atestiguan lo maravillosamente desagradables que pueden llegar a ser los sabores a los que no estamos acostumbrados y que no esperamos: hasta esto podría llevar la moraleja de que las apariencias engañan. Algunas historias, la de las espléndidas caminatas y paisajes maravillosos que habíamos vivido durante los últimos cuatro días en el trekking en las colinas medias del Nepal, porque de ahí veníamos, incluyen pasajes de los que luego no puedes recordar el olor. Pero aquí sí podemos revivir aquel desagradable sabor.

El plato en cuestión: Samay Baji, 260 rupias nepalíes, en el Hotel Green Land de Nagarkot, Nepal, que venía con alcohol nepalí que más que bajar la comida te la sube para arriba de nuevo. Este plato, el Samay Baji, es un plato tradicional newari. Los newaris, por cierto, son una de las muchas etnias nepalíes: muchos de ellos están asentados en el Valle de Katmandú. Sin más dilación, aquí os dejamos las fotos.












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